jueves, 17 de mayo de 2018

«Encuentros», de Héctor Berenguer



Héctor Berenguer
(Argentina, 1948)
Encuentros


Los viejos retratos desatan sus nudos 
el que es un hombre se encuentra con el niño 
ambos se reconocen, se saludan, se perdonan. 
Somos imágenes pasajeras, dice el niño,
somos la suma de todos los que fuimos,
dice el hombre. 
Somos la pregunta, dice el niño, 
somos la respuesta, dice el hombre.
Hay una sola vida
que asoma con el niño
ríe y llora el hombre, 
Después algo nos asusta,
y la vida se esconde nuevamente en el retrato.
Nos dice adiós o hasta mañana.
Pero no volvemos a encontrarnos.


(Inédito)

Poemas escogidos de
Héctor Berenguer
«Niño viejo»

 Grandes Obras de 
EToro de Barro
 PVP 8 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es

llegar limpia de nombres
a tu nombre
sin gestos del pasado
ni voces que reclamen
como recién nacida
que viera por vez primera
a alguien
que no fuera su madre
sin ecos reconocibles
y poder nombrar nuestra mirada
con palabras nuevas
que contengan
la profundidad

del primer día sobre la tierra
Otros poemas de 
Neus Aguado



"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci


 

   














jueves, 3 de mayo de 2018

«Más allá de la muerte», de Francisco de Quevedo





Francisco de Quevedo
Más allá de la mueRte




Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;

Mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama el agua fría,
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido:

su cuerpo dejará no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.





 Grandes Obras de 
El Toro de Barro

Shamer Khair, enCarlos Morales COEXISTENCIA, Antología de la poesía isralí -árabe y hebrea- contemporánea.
2ª Edición.
PVP 10 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es

Cuando tocó mi mano con sus dedos,
cuando mordió mi mano
y dejó sus labios caer sobre mi boca
como una manzana, había nubes
cabalgando encima de la tierra,
y el fuego de su alma se agitaba
como el relámpago de una tormenta de verano.
No era un espejismo, no: la tierra era
un mar sediento y encrespado,
y cuando la abrazó la lluvia, mi corazón

se llenó de guitarras, y se atrevió a cantar.


Shamer Khair