miércoles, 31 de julio de 2013

«La mujer azul», de Yannis Ritsos

La ninfa del agua, de John Maler

Yannis Ritsos
La mujer aZul

Traducción de Román Bermejo





Se mojó la mano en el mar.
Se volvió azul, la mano.
Le gustó.
Se zambulló desnuda en el mar.
Se volvió azul
Azules también su voz y su silencio.
La mujer azul.
Todos la admiraron.
Nadie la amó.



Otros poemas de
Yannis Ritsos



Grandes Obras de 
El Toro de Barro
PVP: 10 euros Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es



Yo, que he sobrevivido a cien lanzas
y he hecho temblar el vientre
del desierto con uno solo de mis carros,
perdí ante tus ojos mi última batalla.
Ser cobarde en amor equivale a estar muerto.



Otros poemas de.
Mercedes Escolano


"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci







martes, 30 de julio de 2013

"Los Límites", de Isla Correyero




Isla Correyero
Los límiteS




Necesitamos testimonios que enciendan en nosotros
el recuerdo de lo más profundo.

Cuando éramos niños teníamos un margen de conciencia
dedicado al Resplandor.

Podíamos ver más allá de los nombres y las cosas. Arder de
amor por los pobres y los muertos. Visitar regiones
invisibles atravesando las azules tinieblas de las
habitaciones.

Traíamos de aquellos límites –siempre frágiles– descalzos
los pies, una peligrosa tristeza y extrañas imprecisiones en
el vocabulario.

Y, cerrando los ojos, volvíamos a ver con claridad lo que
habíamos penetrado
y descansábamos, como dormidos, en el regazo de nuestra
madre
que nos creía y jugaba con nosotros, otra vez, a retirarnos
de la muerte.


De su libro
Crímenes (1993)



Otros
Poemas de Isla Correyero

 

"La ambulancia"   *   "Truchas"

"Los límites"   *   "Terminal"

«Diario de Honor de una funcionaria nazi»

"Diario de una enfermera: 23 de junio de 2003"



 

 Grandes Obras de 
El Toro de Barro

Shamer Khair, enCarlos Morales COEXISTENCIA, Antología de la poesía isralí -árabe y hebrea- contemporánea.
2ª Edición.
PVP 10 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es

Cuando tocó mi mano con sus dedos,
cuando mordió mi mano
y dejó sus labios caer sobre mi boca
como una manzana, había nubes
cabalgando encima de la tierra,
y el fuego de su alma se agitaba
como el relámpago de una tormenta de verano.
No era un espejismo, no: la tierra era
un mar sediento y encrespado,
y cuando la abrazó la lluvia, mi corazón

se llenó de guitarras, y se atrevió a cantar.


Shamer Khair