El Toro de Barro

El Toro de Barro

viernes, 13 de junio de 2014

"Cuando me hice fruta", de Yumana Haddad

Roberto Ferri
Yumana Haddad
Cuando me hice fruta



Hombre y mujer fui concebida bajo la sombra de la luna
Pero Adán fue sacrificado a mi nacimiento
Inmolado a los vendedores de la noche
Extranjera crecí y ninguno cosechó mi trigo
Y me acordé antes de nacer
Que soy una multitud de cuerpos
Que dormí por mucho tiempo
Que viví por  mucho tiempo
Y cuando me hice fruta
Supe
Lo
Que
Me
Esperaba.
Y desde aquel día me voy
Me reencarno en cada nube y viajo
El deseo es mi camino y la tormenta mi compás
El amor no ancló en ningún puerto
Gemela de la marea alta y de la marea baja
De la ola y la arena
De la abstinencia de la luna y de sus vicios.
El que conoce mi ritmo me conoce
Me sigue
Pero nunca me alcanza.



 Grandes Obras de
El Toro de Barro
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín", Col. Cuadernos del Mediterráneo, El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000
Carlos Morales, "Un rostro en el jardín"
Col. Cuadernos del Mediterráneo.
Ed. El Toro de Barro, Tarancón de Cuenca 2000.
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
 





















 

1 comentario:

Carlos Morales dijo...

A la luz de los mitos y leyendas que dejó a su paso, la consagración definitiva del sistema patriarcal en las sociedades neolíticas no se logró sin el anatema previo de muchas mujeres y, finalmente, de la mujer como tal y en su conjunto. Las que se negaron a vivir bajo este nuevo equilibrio de poder fueron excluidas de las sociedades y de las familias de las que formaban parte, y acabaron encarnando los poderes maléficos asociados a la oscuridad y la noche.
La encarnación más antigua la encontramos entre los sumerios, como una mujer, Lilith, que se ocultó de todos tras la corteza del Árbol de la Vida que plantó la diosa Inanna en los jardines de Uruk, y que en la noche desplegaba todo su poder buscando el semen de los hombres dormidos o el que se derramaba en el vientre de las prostitutas.
En parecidos términos fue asumida por la mitología judía del origen del hombre escrita a partir del siglo V a.d.C. por los judíos que volvieron a Jerusalén tras su exilio babilónico. Lilith había sido la primera “compañera” de Adán, creada –como él– de un puñado de polvo a imagen y semejanza del mismo Dios. Considerándose en origen y derechos igual a Adán, no aceptó de buen grado someterse a su poder en ninguno de las circunstancias propias de su vida en común, ni siquiera en las que tenían que ver con su vida sexual. Cierto día, al intentar ser obligada por su esposo a tumbarse abajo para practicar el sexo, se encolerizó y, más sabia que Adán, logró liberarse de él encontrando el nombre oculto de Dios: al pronunciarlo, le nacieron alas en su espalda y podo escapar volando de ese Paraíso Terrenal al que sólo podía tener derecho si aceptaba de buen grado su sumisión a su compañero. Lilith escapó volando a unas cuevas lejanas situadas en la orilla del Mar Negro, dedicándose al sexo vorazmente con un grupo de demonios que habitaban en ella. Los ángeles de Dios al cabo la encontraron, y la amenazaron con la muerte a sus muchos hijos si no volvía de buen grado al Jardín del Edén y aceptada someterse al poder de su esposo. Ante su negativa, sus hijos fueron exterminados. Desde entonces, Lilith se convirtió en una mujer de una deslumbrante perversión sexual, que camina por las noches buscando desesperadamente quedarse encinta con el semen que los hombres arrojan cuando duermen y matando a los niños que no están circuncidados. A Adán, por lo demás, se le dio otra mujer, Eva, que fue ésta vez creada de una de sus costillas y, por ello, aceptó de buen grado su sumisión a su esposo. Si no llega a ser porque Lilith, en forma de su adorada serpiente, la engañó con una manzana del Árbol del bien y del Mal y del Árbol de la Sabiduría, el hombre seguiría viviendo en el Jardín del Edén.
Decir, finalmente, que este mito judío no fue aceptado por la literatura bíblica veterotestamental, reduciendo su presencia a alunos pasajes del profeta Isaías.

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