El Toro de Barro

El Toro de Barro

martes, 30 de abril de 2013

"Avía un río", de Gustavo Grillo Mújica,





Avía un Río


I

En nostro río nasieron
nostro diose mui amáo,
i cuando ello reían
avía pese pa todos
i fiestávamos lo vautismo
ritual de las vírgenes,
avía aguas sanadoras
i carrera de pirauas locas.
I si lo diose enojáo
lo flujo se tegnía de rojo,
de guerrero decapitáo,
avía amvre
i lo nenúfar i pato
i todo lo avitante de nostro río
seivan flujo avajo
agusanáos de peste grise.
Mas,
en nostro río nasieron lo diose
i las aguas con flujo armónico
o trancurrir malsano
son nostra vida i muerte,
son nostra memoria
i lo canto de lo ansestro…



 II
Avía un río
qe tenía mui agua i pese
i lo secaron.



De su libro
Avía un  río
(Santiago, Chile 2007).
Nuestro agradecimiento a la revista



 Grandes Obras de 
El Toro de Barro

PVP: 8 euros
Pedidos a:
edicioneseltorodebarro@yahoo.es
Puedes entrar. He dejado la puerta
abierta, la luz, la calefacción
encendidas. Hay un poco de vino
en la alacena, el café está reciente
por si me demoro y te vence el sueño.
Acaso estés aquí cuando regrese,
arropada en el sofá con mi manta
de viaje, reconfortada, quizá
complacida del mundo en su belleza,
sabiendo que hay una técnica pura
en esta maravilla de estar vivo.
Y si no estás, bendito sea el tiempo
en que estuviste. Sólo he de abrir
los postigos para que fluya el agua
llovida en la memoria. La luz, pronto,
dejará en las paredes una sombra
que llamará en sus labios con tu nombre,
contenta de estar en casa de nuevo.
 Otros poemas de
 Juan Ramón Mansilla



"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci




 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

lunes, 29 de abril de 2013

"El mar", de Carlos de la Rica.

Guido Cagnacci, Noè ebbro,

 
El maR


 
   Antonio, no vayas hacia dentro, entra en el agua,
que por la inquieta onda se va al mar;
toca todos los ríos, viste con todos los paisajes
y en las aldeas deja ese jirón de tierra que te arrastra:
Detrás quedarán los puentes y los árboles,
e impávidos los volcanes seguirán repitiéndose en las alturas.
El mar se abate cerca con su guerra.

      Yo lo recuerdo ahora, al viejo anciano,
al musculoso mar por cuyo rostro jamás dejó el tiempo su fatal
[mordisco.
      Al mar que golpeando las escarpadas rocas con sus manos
playas de arena roza y golfos, y ensenadas
que seduce y achica de las peñas.
     Antes era la noche, el caos, pero Dios lo hizo todo con su boca;
cantó Dios, hizo el relámpago, la minúscula araña;
también el pez que habitó la cálida hoguera del mar,
Antonio.
Los pájaros, la serpiente, el fondo donde descansan hoy los fabulosos
[tesoros de los barcos,
toda la transparencia del mundo la hizo Dios,
el mar incluso, y lo vistió de azul.

      Casi un grito rotundo, sonoro, es
el mar;
por su cara resbalan los ríos, la lluvia, la lava hirviente
que transforma,
los rojos corales que hacen señas desde dentro.
Y yo le palpo con mis palmas; acaso sea también un mar
y Dios así lo permite.

      Yo vi llegar las aguas todas del amplio Océano,
a los puertos salí de Europa por vocear mi rara mercancía
y en las bodegas de los barcos recosté tus espaldas, marinero.
Soy como el mar, Antonio, y como el mar
he soplado en las costas de Francia y de Inglaterra.
 
   Ah marineros, veo que el mar se curva ahora y que en sus lomos
la nave surca y llega a las tierras de América. Marinero,
Antonio: la arrugada Cerdeña y la antigua Caribdis se alborotan de rabia,
el mar nieva con su espuma
y el arroz brota como una caricia en el lodo de China.
Helena es la hija del mar; Dios azotó las ondas de los mares,
paseó su viento por encima del agua; sus manos de gracia han conmovido
al África con sus lagos y pirámides.

     Antes sólo Dios paseaba su túnica. Pero un día
lucieron sus cristales al contacto del fuego. Y luego la
extensión difícil,
el cuerpo gigantesco con cuyo contaco la tierra brilla y se cubre
de verdor.
Antonio, sólo Dios pudo hacer el mar
y lo hizo de la nada.

 Carmelo Blazquez

     No subas los puertos, mar; Dios te puso una cerca
y te prohibió manchar de barro los preciosos montes de España.
Vueltas da la tierra en torno y un otoño arranca las semillas de la luna.

     Australia, un continente casi, América y Europa,
millares de islas tal estrellas, como Helena, son hijas del mar.
Y yo, otro mar, permanezco y canto con mi espuma.

      Lo llamaron Mare Nostrum, y Roma con su estola
rizó sus aguas en el norte de África.
¿Quién eres, mar?
¿Quién eres tú, Antonio, al asomarte a la playa
y sumergir despacio los pies y ojos en la noche?
Patria mía, España; digo mar, ciudades marineras,
que asomáis las manos y navegáis eternamente por el manto de Océano.
Voy sembrando, yo, otro mar, mi espiga de oro en los surcos que deja
el arado del barco romano.

      Como la copa de un árbol se cimbrea el mar.
Antonio extrajo piedras de abajo, guirnaldas,
machacó corales, raíces, sopló su fragua el viento.
      Vi cómo un volcán palpaba la blancura de las olas,
las lanzaba, y un remolino,
hirió la espesa selva de abajo.
    
      Aquí todo es rigor, el taco no descansa, terrestres
animales huyen, sólo peces deseo, vasijas con que poder raptar el mar.

      ¡Oh, si Dios repitiera el milagro!
El recinto suyo, el tuyo, Antonio, resultaría más grande.

      ¡Ay!, marinero, Antonio, el mar persiste.
Acaso vea la lámpara que enciende Dios en su vuelo,
los faros que en el cabo ponen los hombres como un destino,
la proa hiriente que abre su paso con una máscara.
Todo lo veo en el mar de Cataluña, en la orilla alargada y dorada 
[de levante,
y un rumor como de algas y de sales sube despacio hasta rozar
[mi garganta...

      Llegan los conquistadores, los que detrás dejaron las escarpadas rocas,
los que del Egeo sus cabellos trajeran un día para después
[tornarlos a su templo;
el cetro lo empuña España y un puente alcanza
la extraña tierra, y de sus ríos agua les lleva con que
mezclar el origen bellísimo de los hombres rojos de América.
Los cascos cubiertos de cuernos, los ciervos salvajes de Islandia,
los hijos del Norte han sacudido asombrados su cabeza
y mil pájaros sobre los bosques giran despacio.

      La mano airada del Océano amansa, y como una pluma
sopla suave las naves que llevaran la Gloria.

      Antonio, hombre, marinero, desde esta playa
el mar océano es para nosotros la Gloria. Quizás los buitres
caigan del cielo. Dios nos dio el mar y esto nos basta.

       Peces negros y hambrientos, formas oscuras
por entre las olas pululan, Legión se llaman
y azota el hombre con piedras su morada.

      Yo soy un marinero, calcé mis sandalias de algas,
y la costa acaricié con mis dedos. Sorprendí la aurora
de múltiples colores, me llamo Antonio
y tú estabas conmigo y también conmigo cantabas.

      ¡Ah, pescador!, ¡quién como tú que alojas en tus cuencas al mar!,
¡quién como tú para apresarlo entre las redes!
¡Soy un pescador! El mar también,
y como el mar, tengo mis barcos.
Y como el mar, respiro y ando y toco la orilla de Europa.
Y como el mar seré por siempre.

     Quise que Dios me hiciera como la esponja,
con pieles bien distintas, cubierto quise estar
y túmulos con las olas gigantescas levanté a los hombres y los seres;
entonces comprendí, y un águila vino a mi frente y la ciñó de aire.

      Aire, mar, Antonio, de un tamaño infinito
que hoy regala Dios con las olas a mi cuerpo.
Soy un mar, el mar, Antonio. Lo repito.
Y como el mar seré por siempre.






 Grandes Obras de 
El Toro de Barro
 PVP 8 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es

llegar limpia de nombres
a tu nombre
sin gestos del pasado
ni voces que reclamen
como recién nacida
que viera por vez primera
a alguien
que no fuera su madre
sin ecos reconocibles
y poder nombrar nuestra mirada
con palabras nuevas
que contengan
la profundidad

del primer día sobre la tierra
Otros poemas de 
Neus Aguado



"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci

 

 

   












viernes, 26 de abril de 2013

"Ulises" (Fragmento), de Alfred Lord Tennyson


Turner

Ulíses






   Venid, amigos míos, venid,
nunca es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo.
Zarpemos, castiguemos con orden las ondas murmurantes,

sólo quiero navegar más allá de donde el sol se pone,

donde se bañan las estrellas numerosas de Occidente.

así hasta que muera.
     Es posible que el mar nos hunda en sus abismos,
pero quizá hallemos las Islas Venturosas
y al gran Aquiles de nuevo contemplemos.
Hemos perdido mucho, pero es mucho todavía lo que nos queda;
y aunque nos falta el vigor

conque antaño movimos los cielos y la tierra,
aún seguimos siendo lo que somos:
un espíritu ardiente de heroicos corazones
agotado por el tiempo y el destino

mas decidido a luchar, a buscar y encontrar,  

y nunca más rendirse….






Come, my friends.
'This not too late to seek a newer world.
Push off, and sitting well in order smite
the sounding furrows; for my purpose holds
To sail beyond the sunset, and the baths
Of all the western stars, until I die.
It may be that the gulfs will wash us down;
It may be that we shall touch the Happy Isles,
And see the great Achilles, whom we knew.
Though much is taken, much abides; and though
We are not now that strength which in old days
Moved earth and heaven, that which we are, we are
One equal temper of heroic hearts,
Made weak by time and fate, but strong in will
To strive, to seek, to find, and not to yield.



(Fragmento del poema Ulises)

 

 

 


 

Konstantin Kavafis      *      Zhivka Baltadzhieva,

Francisca Aguirre    *    Amparo Ruiz Luján





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sabiendo que hay una técnica pura
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Y si no estás, bendito sea el tiempo
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llovida en la memoria. La luz, pronto,
dejará en las paredes una sombra
que llamará en sus labios con tu nombre,
contenta de estar en casa de nuevo.
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 Juan Ramón Mansilla



"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci




 
 
 





Psª Mapuche: "Pulotre, 1916", de Bernardo Colipán.


Cristina García Rodero




Bernardo Colipán
 Pulotre
1916





Varias veces la muerte intentó cuajarse
en el aire y con su dedo dibujó el perfil
de un rostro que no era el mío.
Llegó buscando la señal
tatuada en las hojas del latúe.
Ahí se desarmó toda esa familia.
Trataron de sonreír, pero algo en sus cuerpos
se desprendía. Y luego los envolvieron
a cada uno en sus frazadas.
Y yo solo contaba quince años
cuando vi a la vida huir como un perro
arrojado a las cenizas.
Entonces le dije a mi hermano:
Te mostraré lo que es el miedo en un
puñado de polvo (Eliot).
Permanece tranquilo.
La muerte es un accidente, lo demás no tiene importancia.



Del libro
Weichapeyuchi ül
(Cantos de guerrero) 2012

Revista Descontexto



Bernardo Colipán



 
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