El Toro de Barro

El Toro de Barro

lunes, 14 de enero de 2013

El "otro yo", de Juan Ramón Jiménez


Otro Yo





Alguna noche que he ido tarde al jardín, en los árboles
he visto a otro yo enlutado que no deja de mirarme.

Me sonríe y, lentamente, no sé cómo, va acercándose,
y sus ojos quietos tienen un brillo extraño que atrae.

Y corre, como un maldito, al rincón de los rosales,
y vuelve con un clamar y un reír de espantaánjeles.

Y se pone una careta (y no deja de mirarme)
y tras los huecos de yeso sus ojos brillan infames.

Me hace jestos imposibles, imita demonio y ánjel,
y se cambia el parecer, con sombra y luna en el traje.

He huido. Y desde mi cuarto, a través de los cristales,
lo he visto subido a un árbol y sin dejar de mirarme.


 Grandes Obras de 
El Toro de Barro
 PVP 8 euros
edicioneseltorodebarro@yahoo.es

llegar limpia de nombres
a tu nombre
sin gestos del pasado
ni voces que reclamen
como recién nacida
que viera por vez primera
a alguien
que no fuera su madre
sin ecos reconocibles
y poder nombrar nuestra mirada
con palabras nuevas
que contengan
la profundidad

del primer día sobre la tierra
 
Otros poemas de 
Neus Aguado



"El Profeta", de Carlos Morales. De su Libro "S". Ilustración Leonardo da Vinci

 

 

   











9 comentarios:

Beatriz Piñeiro dijo...

Inquietante, sobre todo cuando estamos acostumbrados a etiquetarnos y no conocemos sino un yo estúpido y falto de carácter.

Antonia Toscano dijo...

Da vértigo, un vacío en la boca del estómago ser consciente de esta fuera viéndote como un extraño a ti mismo, ajeno, como en la piel de otro.

Zhivka Baltadhieva dijo...

Creo yo que está hablando Juan Ramón del terror del libre albedrío. Somos un cúmulo de elecciones forzadas, de decisiones. Cada instante hay que decidir. Inevitablemente. Irremediablemente. Aquello que no ha sido reconocido nunca deja de mirarnos desde lo más interior.

Marcela Val dijo...

Siempre habita en nosotros un Otro posible, un yo enlutado, un hombre con una “corona de cuervos.” Puede ser doloroso saberlo. Para algunos quizás, ese otro con alma de niño y ojos de un brillo extraño. Sabía muy bien ese otro correr al rincón de los rosales y trepar a los árboles. Le gustaba sonreír con un clamar y un reír de espantaánjeles. La imagen del Jano se me hizo presente, tras ella este fragmento de una de las novelas francesas con la mayor excelencia poética: “En cuanto a usted, en una inmovilidad total-repentina, da vuelta entre los dedos ese libro que no ha leído, pero a través de su presencia comienza a imponerse fuertemente en usted otro libro que imagina, ese libro que desearía tanto que fuera suyo en las circunstancias actuales, esa guía de los extraviados en cuya búsqueda corre, y se desliza ese personaje embrionario que se debate en un sub-paisaje aún en gestación; permanece silencioso delante del aduanero Janus cuyo doble rostro está rematado por una corona de cuervos, con sus negras plumas bordeada por un ribete de llamas que se alargan, de tal modo que muy pronto todas sus alas estarán ardiendo, luego todo el cuerpo, el pico y las patas semejantes al metal llevado al rojo vivo, sólo sus ojos permanecen como negras perlas frías en medio de este incendio.” Fragmento de La modificación de Michel Butor, pág. 194.

Antonia Toscano dijo...

Hay experiencias relacionadas con una extraordinaria sensibilidad, como la sinestesia y los trastornos de des-realización, como el que se describe en el poema...son experiencias extraordinarias cuya interpretación simbólica puede ser muy heterogénea: poética, filosófica, psicológica, espiritual e incluso esotérica. Realmente suscitan miedo porque nos adentran en espacios desconocidos por la mayoría de las personas y las primeras veces por las que las han vivido.

Héctor Berenguer dijo...

Yo y "el otro" con que jugaba Borges en su imaginario y otros tantos que dudaron con certeza inicial de ser los mismos al menos en el acto de ser espejo de otra nada con su nombre.Tigre o pájaro encendido por el aire o la fascinación asiática de un grillo o las luciérnagas.En algunos hombres como se torna carne viva o paradigma de acuciante de apremios de otredad. Me hace gestos imposibles, imita demonio y ángel,
y se cambia el parecer, con sombra y luna en el traje.
He huido. Y desde mi cuarto, a través de los cristales,
lo he visto subido a un árbol y sin dejar de mirarme.

Belén Burgos dijo...

Juan Ramón y su ortografía, Juan Ramón y sus jotas... Juan Ramón, andaluz universal, y su simbología y sus paseos por sendas acompañado de otros poetas que recorrieron las mismas sendas... ¿No es acaso este poema un juego con la simbología que ya utilizó Edgar Allan Poe, en su poema 'El cuervo'?:

Matías Schultz dijo...

La disociación del Yo es, como ha aseverado Antonia Toscano, un fenómeno muy complejo y apasionante, que no necesariamente tiene que ver con una patología psíquica, pero que siempre es una manifestación de un estado alterado de conciencia. Curiosamente, Carlos ha dedicado este poema a Hector Berenguer, advirtiendo que le "recordaba" su poesía, y no le falta razón, por lo menos en la que él ha ido publicando del poeta argentino. El mismo Carlos tiene un poema, que se titula EL PACTO, donde la disociación se esccenifica aunque no en un contexto de inquietud como el creado por Juan Ramón en este poema, y que tan bien ha caracterizado Zhivka Baltadzhieva. Y el de Poe, que nos ha dejado aquí Belén Burgos, es otra prueba evidente de ese fenómeno. Yo no soy poeta, ni tampoco practico ninguna forma de arte, pero me honro en tener muchos amigos en ese mundo, y he sido testigo de esos estados de conciencia característicos de los que, por la razón que sea, "ven más" de lo que los demás vemos, y también de la escritura febril que eso suele llevar aparejado.

Anónimo dijo...

El otro yo,...el "alter ego"; la personalidad oculta está en la sombra, uno de los arquetipos principales del inconsciente colectivo según la psicología analítica de Jung.
El otro yo, historia ignorada de la humanidad. El otro yo, "enlutado" vestido de negro, es la sombra que acecha en un proceso de afirmación de la personalidad. La sombra simboliza la psique: simboliza el aspecto inconsciente de la personalidad caracterizado por rasgos y actitudes que el yo consciente no reconoce como propios. El objetivo es tomar conciencia del ego individual y de las propias fuerzas y debilidades. La vida de la sombra atraviesa por todas las etapas de la vida, y el logro de la madurez del Hombre está representado por la muerte de su sombra, cuando la amenaza de su felicidad y seguridad comienza a estar sólo en manos de ésta misma. Su idealismo tiene que morir para renacer como un ser único y distinto. La figura de la sombra personifica todo lo que el sujeto o el otro yo, no reconoce y lo que, sin embargo, una y otra vez le fuerza, directa o indirectamente, así por ejemplo, rasgos de carácter de valor inferior y demás tendencias irreconciliables. La dificultad vital que se encuentra el personaje del poema puede deberse: o bien a una omisión o supresión de la sombra, imposibilidad que degenera en una revuelta: (...)"Y corre, como un maldito, al rincón de los rosales,
y vuelve con un clamar y un reír de espantaánjeles"(...)
"He huido. Y desde mi cuarto, a través de los cristales,
lo he visto subido a un árbol y sin dejar de mirarme."
O por el contrario, y desde el otro extremo, a una identificación con el arquetipo, con lo que el yo queda a merced de la tempestad de lo inconsciente:
"Me sonríe y, lentamente, no sé cómo, va acercándose,
y sus ojos quietos tienen un brillo extraño que atrae"
"Y se pone una careta (y no deja de mirarme)
y tras los huecos de yeso sus ojos brillan infames.
Me hace jestos imposibles, imita demonio y ánjel,y se cambia el parecer, con sombra y luna en el traje." De ahí como parte fundamental de toda analítica se retome la sana virtud de volver al punto medio entre los extremos, en este caso, el devenir consciente de la sombra.

Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad. Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino. Vivir con la sombra, iluminando el lado oscuro del alma, es la gran tarea de nuestra madurez psicológica. Juan Ramón Jiménez se inició en el modernismo bajo las influencias de Villaespesa y Rubén Darío, pero pronto emprendió su alejamiento del grupo en busca de formas más personales de expresión. En su trayectoria poética, Juan Ramón se va alejando del mundo material, para llegar a comunicarnos su fusión con la verdad y con la belleza, su llegada al secreto último, a la esencia del 'Todo'. Gracias a vuestros encuentros, gracias al resurgir de este campo para la paz me ha sido posible atravesar las sombras más oscuras.